La
vida media de un teléfono móvil es de 7 años; sin embargo, por
término medio, se cambia cada 18 meses. Sucede algo similar a lo que
ocurre con los ordenadores, en los que los continuos avances en
hardware y software vuelven obsoletos aparatos y programas que
cumplen perfectamente su función. Los fabricantes de móviles
intentan propiciar y crear la necesidad del cambio de aparato,
mediante campañas publicitarias, incorporación de nuevas
funcionalidades, incompatibilidades entre los accesorios de distintos
modelos, ofertas de las compañías telefónicas, etc. Sin embargo,
antes de cambiar de teléfono, deberíamos tener en cuenta las
siguientes consideraciones: Un teléfono móvil contiene entre 500 y
1000 materiales distintos, entre los que se encuentran el antimonio,
tantalio, berilio, níquel, cromo, cadmio, mercurio, arsénico, oro y
plata, que son materiales escasos y difíciles de extraer. Se estima
que, como mínimo, la fabricación de un teléfono móvil necesita
del movimiento de 75 kg de materiales y consume más de la mitad de
la energía que consume el teléfono en toda su vida útil. Algunos
de estos materiales son recursos caros y escasos, cuya obtención
está relacionada con diferentes problemáticas y abusos, tanto
sociales como ambientales. Por ejemplo, la obtención de minerales de
tantalio (coltán) en el centro de África está relacionada con la
financiación de las guerras que existen en dicho territorio y la
destrucción de los entornos protegidos en donde vive el gorila de
montaña. Deshacerse de un teléfono móvil supone un serio problema
medioambiental, ya que el reciclaje de sus materiales es difícil y
costoso, debido a la complejidad y el reducido tamaño de estos
dispositivos. En Estados Unidos y Europa se desechan anualmente 235
millones de móviles, de los que solo son reciclados un 10 %. Gran
parte de los residuos electrónicos restantes se envían a otros
países para su reutilización, reparación o reciclaje; pero más de
la mitad terminan en un vertedero, donde pueden liberar metales
pesados y otros compuestos tóxicos.
(Fuente: ed. Anaya)
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